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Lo que el pasado martes 12 de agosto empezó como una jornada de descanso en la playa de Zandvoort, a unos 25 kilómetros al oeste de Ámsterdam, terminó convertido en un episodio tan sorprendente como poco habitual. Job, que ese día estrenaba sombrilla, vio cómo en apenas un cuarto de hora unas 4.000 abejas se adueñaban de la parte interna del parasol. “No entendía de dónde salían y, antes de darme cuenta, se habían instalado bajo la tela”, relató al canal NOS, la televisión pública holandesa.
La aparición del enjambre no dejaba margen a la improvisación. Nadie podía quitar de un golpe a las miles de abejas que se habían apropiado de la sombrilla de Job, sin exponerse a peligrosas picaduras, así que hubo que recurrir a un apicultor. El elegido: Pim Lemmers, un vecino de la cercana localidad de Heemstede, que al llegar a esta playa de Países Bajos no tardó en calcular el tamaño de la colonia: “Como mínimo, había cuatro mil, quizá cinco mil. Un nido enorme”. Pero lo que más sorprendió a este experto no fue la cantidad, sino la fecha en la que se había formado: “Es algo rarísimo porque a partir de agosto no suelen enjambrar”, explica a las cámaras de televisión holandesa.
En circunstancias normales, aclaró Lemmers, las colmenas suelen dividirse entre mayo o junio, cuando una parte de su población sale a buscar un nuevo hogar. Que haya ocurrido en agosto le resultaba extraño, pero el apicultor apuntó varias hipótesis para explicar este raro fenómeno: que la colmena se hubiera quedado pequeña; que la reciente ola de calor que ha afectado a varios países en Europa la hubiera hecho inhabitable, o que les faltara alimento. Aunque esta posibilidad la descartó enseguida: “Tenían el estómago lleno, por eso no picaron a nadie. Por eso pude retirarlas en manga corta”.
El propietario de la sombrilla reconvertida en vivienda para miles de abejas, Job, lejos de dejarse llevar por el miedo, se tomó con mucho humor la invasión. Tanto, que no dudó ni un momento en hacerse unas fotos, con naturalidad, junto a sus nuevas compañeras de toalla: “Mira, puedes tocarlas con la mano y no pasa nada”, bromea ante los periodistas.
La operación para desalojar a las abejas de la sombrilla fue de todo menos convencional. “Podía haber traído una colmena vacía a la playa”, pero después de hablarlo con la policía, decidieron que la vía más rápida para sacarlas de allí sería usando una aspiradora, explicó el especialista. Lemmers, que tardó pocos minutos en retirarlas y meterlas en una caja, se llevó la colmena a diez kilómetros de la playa, a la localidad de Heemstede.
“La reina está la mar de a gusto. Pero… ¡vaya aventura la suya! De la colmena a la playa, luego a la aspiradora y, finalmente, a Heemstede”, resume con humor este apicultor que, tal y como recoge el diario L’Indépendant, ha dado la vuelta a Europa por lo insólito.
Written by: Huffington Post
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