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El pasaporte no es solo un documento que contiene una foto, una fecha de nacimiento y un número. Al escanearlo en los controles fronterizos de los aeropuertos, la pantalla que se enciende ante los ojos de los agentes de la policía muestra más información de la que puedes llegar a imaginar. Eso es lo que ha explicado una investigadora de la Universidad de California (UCLA) a la web australiana ABC.net, en donde ha enumerado qué datos se comparten y cómo se usan para permitir que un viajero entre o no en un país.
Según la jurista Nina Toft Djanegara, el pasaporte electrónico -como el de España y el del resto de los países de la UE- incorpora un chip en el que se almacenan la fotografía y una serie de datos biométricos, como las huellas dactilares, que se comparan en tiempo real con el rostro del viajero, a través de cámaras instaladas en la cabina. A esa información se suman los registros del viaje: cuando se compra un billete, la aerolínea crea un Passenger Name Record (PNR), un código de seis dígitos que enlaza el nombre del pasajero con su dirección, la ruta completa de sus vacaciones, el número de asiento, los compañeros de viaje, la forma de pago e, incluso, las preferencias de comida.
Esa base de datos se transmite al país de destino hasta 72 horas antes del despegue. “Las aerolíneas comparten a escala internacional una cantidad ingente de datos personales, lo que permite a las autoridades fronterizas hacer una reconstrucción detallada con todos los movimientos de los viajeros incluso antes de que lleguen”, señala Nina Toft Djanegara, convencida de que la finalidad de conseguir tantos datos es la de facilitar la evaluación de riesgos y el filtrado previo de pasajeros.
El escaneo del pasaporte, además, conecta con bases de datos internacionales como los de la Interpol o los ficheros nacionales, así como las listas de sospechosos por terrorismo o con antecedentes criminales. Cualquier alerta que salte, como la denegación previa de un visado o un viaje a determinados países, pueden condicionar la decisión que tiene que tomar un agente en el puesto de control. “Si apareces en alguna lista de vigilancia, esa información te acompaña y puede influir en la decisión”, indica la investigadora.
La discrecionalidad es amplia y no se limita solo a Estados Unidos. En Australia, la Border Force puede solicitar incluso el acceso a los dispositivos electrónicos de un viajero. “Los agentes operan en un entorno legal complejo y poco transparente. La discrecionalidad que ejercen es amplia y en ocasiones opaca”, advierte Toft Djanegara.
Written by: Huffington Post
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