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El 5 de abril de 1992, los radicales del Partido Democrático Serbio (SDS) del psiquiatra Radovan Karadzic, armados hasta los dientes con los restos del antiguo Ejército yugoslavo, iniciaban el asedio sobre Sarajevo. No acabó hasta el 29 de febrero de 1996. Fue el cerco más prolongado a una ciudad en la historia de la guerra moderna, 1.425 días. “Bombardéelos hasta que estén al borde de la locura”, ordenó el general serbobosnio Ratko Mladic, al alentar uno de los primeros ataques con artillería contra la ciudad, en los comienzos de la guerra en Bosnia-Herzegovina.
Fueron años de destrucción masiva e indiscriminada, de limpieza étnica y odio, de morteros, granadas y ráfagas de francotiradores, esos que bautizaron hasta una avenida en la que sembraron el terror de los civiles. Sarajevo se convirtió, así, en una ciudad mártir, en el símbolo de la destrucción de la guerra, no de la suya, sino del mundo, especialmente en Europa, porque Sarajevo era cercana, blanca, occidental, porque ardieron sus tiendas, sus colegios, sus parques o sus bibliotecas, tan semejantes. 350.000 personas atrapadas durante casi cuatro años, 10.000 muertos (1.600 niños), 50.000 heridos (15.000 mutilados), asesinadas en los mercados y las colas del pan, en las escuelas y los parques con muñecos de nieve, en los sótanos hacinados donde trataban de protegerse.
Decir Sarajevo es decir horror y miedo y hambre y supervivencia y mutilación y muerte. Pues eso, justo eso, es lo que obvió la presidenta de la Comunidad de Madrid, la popular Isabel Díaz Ayuso, cuando comparó su drama con las protestas propalestinas en la capital de España, el pasado domingo. “Muchos de los turistas que ayer tuvieron que salir corriendo por las calles de Madrid dando una imagen de un Sarajevo en guerra probablemente hoy en el aeropuerto se han encontrado encima con las kilométricas e incluso algunos habrán perdido sus aviones por la nefasta gestión que el Gobierno hace también en el aeropuerto”, se quejó en EsRadio.
Las recciones en redes sociales fueron inmediatas, en su mayor parte censurando la incomprensible semejanza. Una de las voces autorizadas que se sumaron al debate fue la de Arturo Pérez-Reverte, escritor, académico y reportero de guerra durante más de 20 años, con buen conocimiento del terreno. Uno de sus libros de referencia, Territorio comanche, justo se ambienta en Bosnia, lleno de lugares “donde el instinto dice que pares el coche y des media vuelta”. “Veo que Díaz Ayuso @IdiazAyuso tiene muy poca idea de lo que fue Sarajevo. La lengua española está muy bien provista de términos adecuados, así que debería ser más cuidadosa con las hipérboles. Más que nada, por respeto a los Sarajevos y Gazas de verdad”, escribió el autor cartagenero en X.
También conocedor de Sarajevo y más contundente aún que Pérez-Reverte fue Gervasio Sánchez. El fotógrafo y periodista independiente, especializado en conflictos armados, recurrió a la misma red social para replicar a Ayuso, de forma concisa y clarificadora. “Sinceramente, creo que no se parecen en nada y para ello le voy a mandar un encadenado de fotografías tomadas durante ese cerco”, escribía. La fuerza estaba en sus imágenes, las que él mismo tomó en Sarajevo (El Cerco se llama uno de sus libros más aplaudidos), una cadena de mensajes en los que hay civiles ensangrentados, muertos o moribundos, traslados de urgencia, fosas comunes, coches destrozados y hasta una bebé. Se llamaba Nalena y murió a los 82 días de vida después de que un mortero cayese en su cuna.
Sánchez apenas puso un ejemplo de su trabajo en aquellos años pero con esos botones encendió X. ¿Es eso lo que se veía en las protestas de Madrid? ¿Es comparable una situación y la otra? Las manifestaciones propalestinas en contra del asedio de Israel, que ya matado ya a más de 65.000 personas, apenas causaron daños en la capital española, según ha confirmado la Delegación del Gobierno central en Madrid. “Salvo momentos puntuales, la protesta fue pacífica”, afirmó Francisco Martín.
En conversación con El HuffPost, el reportero cordobés se muestra tremendamente preocupado, de inicio, por la “instrumentalización” general de asuntos de todo tipo por parte de la clase política. “Estamos en un momento histórico en el que la mayor parte de nuestros políticos -hablo de los españoles- no tiene ni idea ni capacidades analíticas y automáticamente dicen cualquier cosa que se les ocurre, en un momento determinado, sin saber ni dónde están sus asesores”. En ese contexto, aparece, como en este caso, la presidenta de la Comunidad de Madrid, “intentando comparar lo incomparable”. “A mí lo que me sorprendió es por qué no lo comparó con Gaza, que está en la primera línea de la información”, apunta.
Un hombre en el Cementerio de los Leones de Sarajevo llora la muerte de un familiar, en 1992.Antoine GYORI / Sygma via Getty Images
Reclama un debate serio en los medios para que los políticos no determinen la agenda y hasta se lamenta de que los comentarios “risibles” de la presidenta del PP de Madrid generasen tantas respuestas, empezando por la suya propia, reflexiona. Pero es que la situación le ardía en los dedos. “Evidentemente, no hay ninguna relación entre unos incidentes puntuales y un cerco que duró más de mil días, en una ciudad bloqueada en el corazón del patio trasero de la Europa de Maastricht, en momentos además en los que se hablaba de la Europa unida”, valora.
“Evidentemente, no hay ninguna relación entre unos incidentes puntuales y un cerco que duró más de mil días, en una ciudad bloqueada en el corazón del patio trasero de Europa”
Las grandes potencias, recuerda quien inmortalizó como nadie la biblioteca calcinada de Sarajevo, “ya estuvieron a la altura del betún por el cinismo y la hipocresía total al no impedir lo que estaba pasando en los Balcanes en aquellos años”. “En el 94 estaba ocurriendo también la tragedia de Ruanda y no hicieron nada, y ahora mismo en Gaza también estamos viendo lo que hacen los europeos, en general”, denuncia. A sus 66 años, con más de 40 cubriendo conflictos armados -unos 25-, reconoce que lo que ve en cada guerra queda “superado” con la siguiente, así que su confianza es poca sobre un posible cambio en la comunidad internacional. En la franja palestina estuvo ya en 1982. No existía ni Hamás. Mucho lo que han visto sus ojos.
“Te encuentras personas que se comportan con muy poca profesionalidad política, con muy poco respeto por las víctimas, y que acaban cayendo en la tentación de buscar un titular tonto al que se le acaba dando la vuelta”
“¿Cómo aclaras todo esto con gente que no conoce de la misa la mitad, que no ha reflexionado jamás sobre un conflicto?”, se pregunta, volviendo al ejemplo de Ayuso pero extrapolándolo a las guerras de hoy. “Te encuentras personas que, de alguna forma, se comportan, desde mi punto de vista, con muy poca profesionalidad política, con muy poco respeto por las víctimas, y que al final acaban cayendo en la tentación de buscar un titular tonto, al que se le acaba dando la vuelta”, añade. A su entender, a la popular “le ha impactado muy negativamente” esta polémica, y hasta el líder de su partido, Alberto Núñez Feijóo “ha entrado en colisión” en parte con ella.
Gervasio Sánchez, en la exposición “Activistas por la vida”, en el Centro Internacional de Fotografía y Cine, el 21 de diciembre de 2023 en Madrid.Gustavo Valiente / Europa Press via Getty Images
Pero este informador, como siempre en su trayectoria, tiene críticas para todos, también para el presidente del Gobierno, el socialista Pedro Sánchez, que “se acuerda de que no podemos ir ahora a Eurovisión, cuando en mayo de este año fuimos, a pesar de que llevávamos 18 meses de guerra y también era un buen momento de presentar un boicot a la competición, con casi 50.000 muertos que había ya entonces”. “Ahora resulta que dentro de su agenda política y mediática aparece Eurovisión como un tema importante. Otro caso claro de instrumentalización política de los temas”, se duele. Y manteniendo relaciones con Israel, recuerda mientras, de forma “inaceptable”.
No sólo ocurre en España, porque también censura que se denuncie de forma “incomparable” la actitud sobre Israel del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, cuando no había el mismo rasero con su antecesor, Joe Biden. “E hizo exactamente lo mismo”, insiste.
“La mayor parte de los ciudadanos europeos, incluyendo a los españoles, viven mirándose el ombligo. Si no se altera su cotidianidad y su bienestar, automáticamente no se activan”
Sánchez explica que cada vez que ha ido a un conflicto armado ha intentado que sus imágenes o sus crónicas de radio o sus textos “sirvieran para mejorar la percepción de lo que es la guerra entre los ciudadanos”, pero a estas alturas de su carrera, “hace años” que ya no es en lo que “cree”. “He llegado a la conclusión de que la mayor parte de los ciudadanos europeos, incluyendo a los españoles, viven mirándose el ombligo. Si no se altera su cotidianidad y su bienestar, automáticamente no se activan. Si no hay un partido detrás, tampoco se activan”, expone, recordando las protestas masivas por la guerra de Irak, en 2003, que ahora no se reproducen por Gaza o Ucrania.
En ese contexto, el trabajo de los periodistas “ha fracasado” por hacer “seguidismo” de las pugnas políticas, sin poner en “primer plano” el reto de mejorar la percepción de los ciudadanos del mundo en el que viven, sino la agenda de otros. Ha pasado ahora, de nuevo, y se repetirán. “No veo esperanza”, concluye.
Written by: Huffington Post
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