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Cada septiembre se repite la misma historia: titulares que alertan del “efecto rebote” después de los excesos veraniegos y consejos exprés para “volver al control”. Pero, ¿qué hay realmente detrás de este fenómeno? ¿Es inevitable engordar después de disfrutar de unas vacaciones?, se pregunta la técnica superior en Nutrición y Dietética Ana Luzón.
“La respuesta es mucho más compleja que un simple sí o no”, responde ella misma. “Y tiene que ver con el modo en que nuestro cuerpo entiende el hambre y con las consecuencias de las dietas repetidas”.
Y es que Luzón explica que el llamado “efecto rebote” describe “lo que ocurre cuando, tras una restricción fuerte (una dieta muy baja en calorías, o el clásico ‘ahora me porto bien’), el cuerpo responde buscando recuperar lo perdido… y a veces más”.
Pero ella nos rebela que “no es un fallo de voluntad, es biología pura” y explica el porqué de esta afirmación. “El metabolismo se adapta a comer menos, el cerebro aumenta las señales de hambre y deseo de alimentos densos en energía y el resultado suele ser un ciclo de control, atracón y culpa”.
Esta técnica en dietética cuenta, además, que “el hambre primaria es la señal que hemos aprendido a ignorar”: “Es la señal fisiológica real de que tu cuerpo necesita energía: crece de manera gradual; se siente en el estómago, la energía y el estado de ánimo, y, cuando la atiendes, comer resulta placentero y suficiente”.
Pero, el problema, prosigue esta experta, “es que las dietas nos enseñan a desconfiar de esa señal: a retrasar comidas, a beber agua para engañar al cuerpo o a comer según una app en lugar de escuchar nuestras sensaciones. Y Cuando ignoramos el hambre primaria, lo que aparece después es un hambre intensa, urgente, difícil de manejar. Y ahí es más fácil caer en el ‘comí de más’ y reforzar la sensación de haber fracasado”.
Así que las dietas restrictivas no solo alteran el metabolismo, también afectan a la relación con la comida. Luzón explica que estas dietas “nos hacen comer con ansiedad porque sentimos que es ‘la última oportunidad’, nos desconectan de las señales naturales de hambre y saciedad, y éste es el terreno perfecto para el efecto rebote: cuanto más te restringes, más fuerte es la respuesta de tu cuerpo después”.
La alternativa no es volver a empezar otra dieta en septiembre, dice Luzón, “sino reconstruir la confianza en las señales internas”. “Honrar el hambre: comer cuando aparece, sin miedo a que sea ‘demasiado pronto‘, soltar la mentalidad de dieta: dejar de ver las comidas abundantes como un ‘fracaso’ y empezar a integrarlas con naturalidad y observar sin juicio: después de unos días de más, el cuerpo tiende de forma natural a buscar equilibrio si le damos espacio”.
En resumen, Ana Luzón, insiste en que “el verdadero rebote no viene de las comilonas de verano, sino de las restricciones que las preceden y las que siguen después”.” El cuerpo no necesita más control, necesita confianza. El hambre no es tu enemiga: es la señal más honesta de que tu cuerpo está vivo y sabe lo que necesita”. Así que, “quizá este septiembre, en lugar de empezar una nueva dieta, el reto sea empezar a escuchar de nuevo a tu cuerpo” concluye esta experta.
Written by: Huffington Post
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