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Trump y Putin, ene(a)migos íntimos: los vaivenes de una relación de alta tensión

todayAugust 15, 2025 9

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Dirán que estaban condenados a entenderse o, al menos, a verse. Y esta vez el presagio se ha cumplido. Donald Trump y Vladimir Putin volverán a reunirse en persona tras mil y un intentos, especialmente del lado norteamericano. Será este 15 de agosto en Alaska, seis años después de su ‘última vez’ y en un mundo radicalmente distinto al que dejaron cuando el republicano tuvo que abandonar, muy a su pesar, la Casa Blanca.

Por entonces, Putin ya había iniciado sus planes expansionistas sobre Ucrania, pero la “guerra total” pilló a Trump fuera de la oficina. A su vuelta, hace siete meses, convirtió la cuestión en prioritaria. Zelenski y, especialmente, Putin no han salido de la agenda del magnate, siempre con el mandamiento autoimpuesto de conseguir una paz que la realidad le ha demostrado que no era tan fácil de lograr como prometía. Y siempre con una volatilidad marca de la casa tanto para con Zelenski como para con Putin.

Al líder ruso le ha dedicado todo tipo de atenciones, desde el primer contacto realizado por Moscú para felicitarle por su victoria. Ya en la Casa Blanca, Trump y Putin han descolgado el teléfono hasta cinco veces, para hablar de la guerra, sí, pero también para reactivar las relaciones bilaterales Washington-Moscú, asunto clave para la renovada Administración Trump tras la ruptura decretada por Biden ante la invasión de Ucrania. Los dos países han retomado sus propias mesas de negociación y los puentes otrora volados, han empezado a reconstruirse. Pero de la paz, ni rastro, para “frustración” de Donald Trump. 

En todo este tiempo —y antes— ni ellos mismos han negado su cercanía personal, que ha dado para todo tipo de análisis y teorías de la conspiración, incluida la de la presunta injerencia rusa en los últimos procesos electorales en EEUU. La simpatía mutua pareció dispararse después de que Trump humillara públicamente al presidente ucraniano y se negara a llamar “asesino” al ruso

No era algo nuevo. Nunca ha dudado en alabar públicamente su “inteligencia”, su “liderazgo” o incluso su “genialidad” en la estratregia. Unos cumplidos que el Kremlin ha recogido con afecto, sin perder nunca cierta cordialidad hacia Trump y su equipo. No en vano, el enviado especial Steve Witkoff ha sido la figura internacional no dependiente que más ha visitado el Kremlin en los últimos meses, con la misión de allanar el camino a su ‘jefe’. El hombre de Trump se ha visto hasta cinco veces con un Putin que nunca ha dudado en afirmar —sin pruebas, como Trump— que Biden robó las elecciones de 2020 y que “como a él”, los medios maltrataban al magnate norteamericano. 

Pero esa relativa amistad de dos líderes tan personalistas no ha impedido un cauce paralelo de críticas y advertencias, especialmente del lado de un “decepcionado” Donald Trump. Porque ese mismo término lo ha utilizado en varias ocasiones, ante la falta de acuerdos con Putin para que Rusia detenga su guerra. “Estoy decepcionado con él, pero no he terminado con él”, aseguraba hace justo un mes, emplazando a nuevas negociaciones.

Un tono doliente, pero mesurado, distinto al empleado a finales de mayo, cuando el presidente de EEUU estallaba contra Putin por la enésima oleada de bombas sobre Ucrania en un momento que se intuía el paso previo a una tregua. “Siempre me llevé bien con él, pero no sé qué demonios le ha pasado. Se ha vuelto LOCO“, escribía en Truth Social un 26 de mayo. Retórica ampliada un día más tarde, cuando le advertía de estar “jugando con fuego” por las masacres continuadas contra ciudades ucranianas. 

Las cuitas entre ambos han llegado, incluso, a los aposentos de la Casa Blanca. Que se entienda, a las conversaciones privadas entre Donald y Melania Trump. Fue el líder republicano quien lo confesó, visiblemente contrariado por la enésima infructuosa conferencia con el Kremlin. 

“Mis conversaciones con él siempre son muy agradables. Digo, ¿no es una conversación encantadora? Y entonces, esa misma noche, bombardea una ciudad […] Al llegar a casa, le digo a la primera dama ‘hablé con Vladimir hoy. Tuvimos una conversación maravillosa’. Y ella me dice ‘¿en serio? Acaban de atacar otra ciudad'”, rememoraba el 47º presidente de EEUU. 

Al cóctel de emociones y adjetivos le faltaba otro elemento central en la política trumpista. Los aranceles, con los que ha presionado recientemente a Moscú para que aceptase, de una vez, una cierta paz o al menos el ansiado encuentro presidencial. Con fecha límite el 8 de agosto, anunció unas sanciones que han llevado a Rusia a acelerar sus plazos. Habría cara a cara, y en tierra estadounidense. Un gesto agradecido por la Casa Blanca, que puso en pausas los anunciados aranceles secundarios. 

Pero Trump no tardaba en volver a la carga. Este miércoles, a apenas 48 horas de su reunión, amenazaba por (pen)última vez a Rusia con “consecuencias muy graves” si Putin no aceptaba un alto el fuego. “Si no obtengo las respuestas que quiero, no habrá otra reunión”, remataba. Del otro lado, caso omiso a las palabras gruesas. Este jueves, era Putin en primera persona quien destacaba los “esfuerzos sinceros y enérgicos” de su interlocutor para detener la guerra.

Nadie sabe qué saldrá de Alaska, de momento Trump sitúa las apuestas en un “75% de probabilidades” de éxito. Lo único cierto, a esta hora, es que todo pasa por la relación de intima ene(a)mistad entre dos figuras todopoderosas obligadas a entenderse.

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Esta nota fue proporcionada por una fuente externa a La Campesina. Debido a que no fue escrita por nuestros empleados ni nuestros afiliados, no garantizamos su veracidad ni exactitud. Recomendamos que cada persona realize su propia investigación para verificar el contenido de esta nota.

Written by: Huffington Post

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