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		La gigantesca Apple ha anunciado este miércoles una inversión de 100.000 millones de dólares en EEUU, lo que eleva hasta los 600.000 millones su compromiso inversor dentro del territorio estadounidense para los próximos cuatro años. El presidente Donald Trump no ha tardado en presentarlo como una victoria y espaldarazo a sus políticas económicas. “Están volviendo a casa. Todos están volviendo a casa”, ha presumido desde el Despacho Oval, tras recibir de manos del CEO de la tecnológica de Cupertino, Tim Cook, un regalo fabricado en Estados Unidos y bañado en oro de 24 kilates.
Pero lo que Donald Trump ha descrito como un paso decisivo hacia la relocalización de la producción completa de los iPhone en Estados Unidos es, en realidad, un movimiento estratégico de Apple para ganar tiempo, evitar los nuevos aranceles de la administración estadounidense y reforzar su margen de maniobra frente a un Gobierno que ha mostrado su disposición a penalizar a las grandes tecnológicas con medidas comerciales agresivas.
El plan de inversión contempla nuevas instalaciones y colaboraciones con socios como Corning, Samsung, Texas Instruments y GlobalFoundries, con la promesa de reforzar la cadena de suministro dentro del país. Según ha detallado la compañía de la manzana, en Kentucky se fabricará todo el cristal que usen los iPhone y los Apple Watch vendidos en el mundo. También se impulsará una “tecnología inédita” para la fabricación de chips en Texas. Sin embargo, el ensamblaje final de los dispositivos seguirá haciéndose fuera de EEUU, como ha reconocido el propio Tim Cook: “Muchos de los componentes ya se fabrican aquí, pero el montaje final continuará en el extranjero durante un tiempo”.
Aunque el anuncio ha impulsado las acciones de Apple un 5 % y ha sido bien recibido por el sector —los títulos de Corning subieron un 4 % en operaciones posteriores al cierre, y Applied Materials ganó un 2 %—, la magnitud del compromiso no es tan excepcional como sugiere el acto en la Casa Blanca. Según recuerda Business Insider, la mayor parte de ese gasto ya estaba previsto desde febrero, cuando Apple prometió 500.000 millones de inversión y 20.000 nuevas contrataciones en suelo estadounidense. Y antes, en 2021, con Joe Biden en la Casa Blanca, ya había anunciado otros 430.000 millones. Buena parte de las cifras actuales responden a aceleraciones de planes anteriores, ampliaciones de proyectos ya en marcha o nuevas fases de construcciones iniciadas hace años, como el campus de mil millones en Austin (Texas) o el centro de datos de Carolina del Norte.
La puesta en escena ha servido para calmar las aguas con un Trump cada vez más agresivo con Apple. En mayo, el presidente amenazó con aplicar un arancel del 25 % a los productos fabricados fuera del país, una medida que contradecía la política de exenciones que él mismo aplicó durante su primer mandato. Esos vaivenes ya han costado a la compañía unos 800 millones de dólares en el último trimestre y podrían dispararse hasta 1.100 millones más en el siguiente, según datos revelados la semana pasada. “Hoy Apple ha dado un paso en la dirección correcta y mejora su posición ante Trump tras unos meses tensos a ojos de Wall Street”, ha valorado Daniel Ives, analista de Wedbush Securities, citado por Reuters.
La estrategia no es nueva. En 2019, Cook y Trump ya escenificaron la “inauguración” de una planta en Texas que, en realidad, llevaba en funcionamiento desde 2013. Ahora, el CEO de Apple repite fórmula con una jugada que muchos muchos analistas ya describen como “astuta” e “inteligente”.
La narrativa presidencial, sin embargo, no encaja del todo con los hechos. “Apple está gastando dinero en EE UU. Pero no exactamente del modo que le gustaría contar a Trump”, resume Business Insider. Las cifras no garantizan un traslado de la producción, ni modifican los fundamentos del modelo logístico de Apple, que depende de una compleja red de ensamblaje en Asia. La compañía ha derivado parte de esa cadena de China a países como India, Tailandia o Vietnam, precisamente para mitigar los efectos de los aranceles. El presidente, sin embargo, ha endurecido también las tasas a las importaciones desde esos países, dificultando aún más el margen de maniobra de la empresa.
La comparecencia conjunta de este miércoles ha dejado una imagen valiosa para Trump: la del CEO de la empresa más valiosa del mundo reafirmando su compromiso con EE UU. En clave electoral, es un gesto potente. Pero los analistas coinciden en que, en lo esencial, nada ha cambiado. La fabricación de iPhones en territorio estadounidense sigue siendo, a día de hoy, una quimera.
Written by: Huffington Post
		
			
		
			
		
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