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Ha vivido en tres ciudades de España tras mudarse desde Argentina y una le enamora por la limpieza de sus calles

todaySeptember 29, 2025 3

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Cuando tenía seis años, un chaval argentino aterrizó en España con sus padres. Podría haber acabado en cualquier sitio, pero el destino lo paseó por tres escenarios bien distintos: primero Marbella, luego Dénia y, entre medias, la capital de Asturias. Tres ciudades, tres formas de entender la vida. Y solo una consiguió enamorarlo de verdad: Oviedo, por algo tan poco “instagrameable” como la limpieza de sus calles.

De Marbella recuerda el pack completo de postal turística: calorcito permanente, playas eternas y niños jugando hasta que se hacía de noche. “Fue absolutamente encantadora”, escribe en The Mirror. Y nadie duda de que la ciudad malagueña tenga su tirón. Pero también es el cliché perfecto para cualquier británico con chanclas y calcetines blancos.

En Dénia, la historia se repitió. Mediterráneo, arroz hasta la coronilla y más de lo mismo, aunque con la ventaja de ser menos “jet set” y más pueblo costero. El relato podría haber quedado ahí, en la cómoda rutina de sol, mar y terrazas.

Pero entonces entró en escena Oviedo, y aquello fue otra cosa. “El norte de España es mucho más fresco, más verde y culturalmente más reservado”, señala. Lo que le sorprendió no fue solo el cambio de paisaje: fue ver calles impecables, sin basura, sin latas tiradas y con monumentos históricos en cada esquina. “Los espacios públicos están cuidados, prácticamente libres de basura y rebosantes de monumentos históricos inesperados”, subraya en su artículo.

Y claro, la ciudad no se gana a nadie solo con un buen barrendero. Oviedo también le entró por el estómago. Primero con la fabada, ese plato que no perdona si tienes planes después de comer. Luego con el cachopo, un filete empanado tan exagerado que parece pensado para que te plantees seriamente tus decisiones de vida.

El paseo gastronómico continúa con la sidra, que en la Gascona se sirve a lo grande: botella arriba, vaso abajo y chorrete en el suelo, como manda la tradición. Allí aprendió que en Asturias se brinda distinto, se come distinto y hasta se vive distinto.

No faltaron los postres para rematar el idilio. El carbayón en Camilo de Blas, las moscovitas de Rialto, las casadielles rellenas de nuez y anís o el arroz con leche más cremoso que recuerdes. Según el texto, cada bocado reforzaba la idea de que Oviedo tenía algo especial, un punto entre tradicional y encantador que no se fabrica en serie.

Mientras tanto, Marbella y Dénia quedaban como recuerdos agradables, sí, pero también intercambiables con cualquier otro rincón soleado de España. Oviedo, en cambio, se quedó grabada como la ciudad limpia, verde y sorprendentemente adictiva.

Porque a veces no es el sol, ni las playas, ni las fotos con filtro las que conquistan. A veces lo que enamora es poder pasear por una ciudad sin esquivar latas de cerveza y con la certeza de que después te espera un cachopo del tamaño de una mesa camilla.

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Esta nota fue proporcionada por una fuente externa a La Campesina. Debido a que no fue escrita por nuestros empleados ni nuestros afiliados, no garantizamos su veracidad ni exactitud. Recomendamos que cada persona realize su propia investigación para verificar el contenido de esta nota.

Written by: Huffington Post

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