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En la cabeza de los israelíes: ¿qué piensan y sienten de verdad sobre la guerra en Gaza?

todaySeptember 29, 2025 2

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El 7 de octubre de 2023, Hamás asestó a Israel el mayor golpe de su historia: 1.200 muertos y 250 secuestrados. Los asesinados se enterraron, pero una cincuentena de rehenes siguen en Gaza, unos vivos y otros no. Es una herida sin cerrar, la más grande, la que más supura, en un país que busca aún porqués y soluciones, pero mayoritariamente dentro, sin mirar al otro lado de la frontera. 

Tras el enorme fallo de seguridad y de Inteligencia de aquel día, se cayó el escudo con el que los ciudadanos se sentían razonablemente a salvo, se avivaron sus temores, su ira, su rechazo a los palestinos pero también a un Gobierno que no les respondió. Con los días, fueron reabriendo las escuelas y los comercios y se retiraron algunos reservistas, pero luego se abrieron nuevos frentes (Líbano, Yemen, Irán…) sin que el partido-milicia haya sido derrotado y sin que sus nacionales hayan regresado a casa, los dos objetivos de la operación. Queda un país que sigue en trauma, ni siquiera aún en duelo. Y dividido, profundamente dividido. 

Cuando vemos los más de 65.000 muertos en la ofensiva en Gaza, la invasión terrestre en la capital de la franja o la hambruna documentada hasta por Naciones Unidas, surge la pregunta de cómo ven el genocidio los 9,9 millones de habitantes de Israel. Aunque no hay lecturas simples -en un país ya de por sí complejo-, sí se dejan ver dos tendencias claras en todas las encuestas: los israelíes quieren cuanto antes un alto el fuego que les permita recuperar a los secuestrados y, en general, les preocupa poco lo que pueda estarle pasando, por su mano, a los palestinos. 

Las encuestas en curso del Instituto para la Democracia de Israel (IDI), un centro de estudios independiente de Tel Aviv con un enorme prestigio, muestran que ha habido una evolución en las actitudes de los nacionales. A mediados de octubre de 2023, poco después del 7-O, sólo el 17 % de los israelíes creía que el Gobierno de Benjamin Netanyahu debía negociar la liberación de los rehenes, incluso si eso implicaba poner fin a los combates. Cuando se cumplió el primer aniversario del ataque, el 53 % opinaba ya lo mismo. A mediados de julio de este año, una encuesta realizada por el medio de comunicación local israelí Canal 12 mostraba que el 74% de los israelíes apoyaba que su gabinete llegara a un alto el fuego para liberar a todos los rehenes y poner fin a los combates en Gaza.

Aunque la mayoría de los israelíes dicen que quieren recuperar a los rehenes, salvar las vidas de los soldados israelíes y desaprueban la conducta del gobierno de Netanyahu, otras investigaciones indican que no sienten mucha simpatía por los palestinos ni les gusta la idea de cooperar con ellos. En otro sondeo del IDI, de finales de julio, los investigadores preguntaron: “¿Hasta qué punto está usted personalmente preocupado o no por los informes sobre hambruna y sufrimiento entre la población palestina en Gaza?”. Y más de tres cuartas partes de los israelíes judíos (el 79 %) no se mostraron muy preocupados o no se mostraron preocupados en absoluto. Este colectivo también afirmó mayoritariamente que el ejército israelí está haciendo lo suficiente para evitar un sufrimiento innecesario en la franja mediterránea. Los israelíes árabes (de los que se habla poco pero que son el 21% de la población total de Israel) opinaron lo contrario: el 86 % se mostró muy o algo preocupado por los informes de hambruna y sufrimiento.

Anteriormente, el IDI también ha preguntado a los israelíes sobre la razón más importante para poner fin a la guerra. Más de la mitad respondió que era importante liberar a los rehenes restantes. Sólo el 6% argumentó que la guerra debería terminar debido al gran coste en vidas humanas y al deseo de paz. No es de extrañar: el cerco sobre Gaza se venía aplicando desde 2007, tras la victoria electoral de Hamás, y muy pocos se levantaron por ello en estas décadas. El IDI sostiene que el 79 % de los judíos israelíes no se sintieron personalmente preocupados por los informes de hambruna en Gaza, cuando empezaron a surgir con más fuerza, la pasada primavera.

El tanque de pensamiento norteamericano Pew Research Center, especializado en estadística, también indica en su entrega más reciente sobre este conflicto que el 39% de los israelíes afirma que la respuesta militar contra Hamás ha sido correcta, mientras que el 34% afirma que no ha ido lo suficientemente lejos y el 19% piensa que ha ido demasiado lejos. Aproximadamente dos tercios de los israelíes confían en que Israel probablemente (27%) o definitivamente (40%) logrará sus objetivos más tarde o más temprano. El 61% dice estar extremadamente o muy preocupado por la posibilidad de que la guerra se extienda a otros países de la región (ya saltó a la Guerra de los 12 Días de junio con Irán y, hace un año, al asalto a Hizbulá en Líbano) y el 68% dice estar extremadamente o muy preocupado por la posibilidad de que la guerra de Gaza continúe durante mucho tiempo.

El centro washingtoniano añade preguntas de enorme interés sobre el futuro de Gaza, una vez que paren las armas. Sobre la mesa hay un plan de Israel con EEUU para limpiar la zona, echar a dos millones de ciudadanos legítimos de allí y levantar una zona de negocio y oportunidad gestionada por manos amigas. Al preguntarle a los ciudadanos, el consenso es menor que en preguntas previas: un 40% de los israelíes cree que Israel debería gobernar la Franja de Gaza, aunque eso se llama ocupación y obliga, según el derecho internacional, a ocuparse del bienestar de los ocupados, no a acometer una limpieza étnica, de la que alerta la ONU. Un porcentaje menor cree que los gazatíes deberían decidir quién les gobierna (14%) o que les gustaría ver un gabinete de unidad nacional de la Autoridad Palestina, ya sea con (6%) o sin (12%) el presidente Mahmud Abbas al frente.

Eso, en lo inmediato, pero es que el 26% de los israelíes piensa que se puede encontrar una manera para que Israel y un estado palestino independiente coexistan pacíficamente entre sí, que era la solución planteada hasta 2014, cuando se hundió el proceso de paz. La cifra es inferior al 35% que dijo lo mismo antes de la guerra y aproximadamente la mitad de los que adoptaron esa posición cuando se planteó la pregunta por primera vez en 2013. Esto es, la solución de dos estados pierde fuelle. 

Manifestación por el alto el fuego y contra Benjamin Netanyahu, el 29 de junio de 2024, en Tel Aviv.Amir Levy / Getty Images

¿Y qué dicen los sondeos sobre Netanyau? El primer ministro no gozaba de aprobación en vísperas del brutal ataque de Hamás. Estaba siendo muy cuestionado en las calles, con protestas históricas, por su reforma judicial, que según sus críticos hacía casi invisible la separación de poderes. Un intento, además, de protegerse a sí mismo, cuando tiene tres causas por presunta corrupción pendientes en los tribunales. Luego, ante la cadena de errores, despistes o dejación de funciones que permitió a Hamás hacer tanto daño, su popularidad de acabó de hundir. No obstante, la guerra acaba de uniendo a las naciones en un objetivo común, el enemigo, y los éxitos cosechados en Líbano, Siria o Irán han elevado sus números. 

Las diversas encuestas de la prensa nacional muestran que hoy su partido, el Likud, obtendría unos 31 escaños en el Parlamento israelí (la Knesset) si se celebraran elecciones hoy, frente a los 23 que le daban las consultas antes del verano. Perdería un escaño, dos máximo, respecto a los que tiene ahora. No es un gran retroceso, visto lo visto. El segundo partido con más respaldo sería Israel Beitenu, del político nacionalista Avigdor Liberman, que obtendría 15 escaños, dos menos que en el sondeo anterior (en la actualidad tiene seis escaños), mientras que el centrista Yesh Atid, liderado por el ex primer ministro Yair Lapid, subiría a 14 escaños desde los 12 previos (su partido cuenta actualmente con 23). Poder Judío, del ministro ultraderechista Itamar Ben Gvir, se mantendría en 7 escaños. Sionismo religioso, del también extremista y titular del Ministerio de Finanzas, Bezalel Smotrich, no conseguiría suficientes votos como para conseguir un solo escaño, aunque sus datos mejoran ligeramente. 

Formar un Gobierno sería tarea de titanes, dada la atomización del Parlamento, pero aún Netanyahu podría sobrevivir (como siempre ha hecho, por otro lado), dada la falta de un liderazgo claro entre sus críticos. Los ciudadanos, eso sí, creen en un 62% que el actual Ejecutivo ya no posee la confianza de la mayoría, dice otro sondeo del diario Maariv. Sólo el 27% de los encuestados cree que se mantiene esa confianza. 

En marzo de este año, Tamir Sorek, profesor de la Universidad Estatal de Pensilvania que estudia la relación entre la cultura y el conflicto israelí-palestino, encargó una encuesta que reveló que el 82% de los israelíes judíos se imaginaba la expulsión total de los palestinos de Gaza como la solución. Con esos datos, concluyó que lo que antes se consideraban actitudes marginales y extremistas hacia los palestinos ahora se habían convertido en la corriente dominante israelí. Más allá de los números, lo que queda es que la sociedad se ha radicalizado, se ha vuelto más extrema y visceral. 

“Se remontan a la década de 1930 -escribió Sorek en sus conclusiones- y han ganado fuerza, y más aceptación pública, a medida que las perspectivas de paz se desmoronaron en la década de 1990, la ansiedad existencial entre los israelíes ha crecido y los sionistas religiosos han ganado más poder político en el siglo XXI”, expone. 

La defensa y la crítica

En estos días, se han viralizado unos reportajes a fondo publicados por The Guardian en los que el periodista Matthew Cassel trata de hablar con los israelíes, preguntándoles qué sienten ante lo que ven en Gaza, ante lo que hace su Gobierno. Y es que la mayoría de las respuestas que recibe son inconcebibles si se miran con ojos occidentales. Personas de cualquier edad y condición que le dicen “esa tierra es nuestra”, por Gaza; que las noticias sobre hambre son “mierda” o producto de “Gazawood“; que “si hay sufrimiento en Gaza es por Hamás”; que las mujeres de la franja son “madres de terroristas” y los bebés, “crecerán y serán asesinos”; que “preocupan todos los niños del mundo, pero antes que nada queremos a los rehenes de vuelta”; que el Ejército de Israel es “muy moral”. 

Hablan, por ejemplo, en Tel Aviv, a 60 kilómetros al norte de Gaza, en la misma costa, en la misma arena, pero rodeados de chiringuitos y música o de mercados llenos de alimentos, que hacen aún más duras las comparaciones. 

Es verdad que los medios de comunicación convencionales están sometidos a una importante censura gubernamental y no pueden publicar todo lo que pasa en Gaza, pero también lo es que la mayoría de los israelíes se informan, como todo el mundo, cada vez más en las redes sociales, donde se comparten ampliamente imágenes de la franja. Más de tres cuartas partes de los israelíes afirman haber visto muchas o pocas “fotografías o vídeos que muestran la destrucción generalizada en Gaza”, según otra encuesta del IDI de abril de 2025. Hoy, quien quiere saber, sabe, la información está disponible. Algún periodista israelí ha intentado romper también ese cerco informativo en televisión, en debates o tertulias con retórica muy agresiva, y ha sido públicamente castigado

Justo las redes son constantes focos de polémica: ahí están los vídeos de Hamzah, un conocido streamer palestino, que trata de hablar con gente de Israel y recibe continuo odio cuando trata de contarle la realidad de Gaza o les pregunta si les parece ético su Gobierno, o la broma viral que saltó en marzo, por la que jóvenes israelíes llamaban a sus padres pidiendo dinero para ayudar a los niños de Gaza y todo era una inocentada que acababa en risas. 

Dahlia Scheindlin, consultora y autora de The Crooked Timber of Democracy in Israel: Promise Unfulfilled (La madera torcida de la democracia en Israel: una promesa incumplida), publicado un mes antes de la masacre del 7 de octubre, entiende que quien es crítico en Israel con la guerra lo es por un interés propio: la creencia de que continuar los combates en Gaza pone en riesgo innecesario la vida de los rehenes (se cree que unos 20 siguen vivos, más o menos la mitad de los que restan por recuperar) y de los soldados israelíes. Los israelíes permanecen, en general, indiferentes al sufrimiento de los gazatíes. 

“Hay una tendencia general de una gran mayoría de judíos israelíes que expresan no solo falta de empatía, sino también beligerancia y hostilidad hacia los gazatíes, incluidos los civiles. Creo que debemos ponerlo en el contexto de todos los demás aquí presentes. Existen tendencias paralelas de profunda hostilidad que ya habíamos observado en la investigación conjunta israelí-palestina realizada antes de la guerra. Actitudes muy hostiles entre ambas poblaciones son, sin duda, anteriores al 7 de octubre”, sostiene.

En la encuesta del Maariv, recuerda, el 47 % dijo que las noticias que ve sobre Gaza no son ciertas, sino mentiras de Hamás, y otro 18 % dice: “Aunque sea cierto, no me preocupa”. “Los israelíes están completamente absortos con los rehenes. Es algo central; está en todas partes. El país está inundado de símbolos de rehenes: carteles, lemas, pins. Todos llevan un pin, incluido el primer ministro”, explica. Y “la segunda cosa que les preocupa es el destino de sus hijos, hermanos, maridos y padres que sirven en Gaza”. 

Reconoce que crece el número de personas que quiere parar la guerra por el bien  de todas las partes y que denuncia la agresión en Gaza, pero lo califica como “un pequeño grupo de personas” y “principalmente la izquierda”, que representa alrededor del 20 % de los israelíes totales. “Entre la población judía, representa entre el 12 % y el 14 %. Por lo tanto, es una minoría, pero estas personas están tan preocupadas que algunas han empezado a convertirlo en una parte mucho más central de su actividad pública”, agrega. No cree que vayan a ir a más en breve. Sigue pesando más el razonamiento de cómo van a estar preocupados por quienes están dentro de Gaza si los suyos aún están por salir. 

En las protestas masivas que desde hace meses se llevan a cabo contra Netanyahu, incluso ante su residencia, el mensaje siempre es ese: “BRING THEM HOME NOW”, tráelos a casa ya, como se llama incluso una de las páginas de familiares y allegados. A veces, sobre todo en Tel Aviv, se divisa una pequeña agrupación de personas que añaden carteles de niños asesinados en Gaza. Como explica una de las participantes a la BBC, hay gente que se les acerca y les dicen que se vayan ellos a vivir a Gaza

Entre los movimientos más valientes contra la guerra hay que destacar a las ONG B’Tselem y Physicians for Human Rights Israel (PHRI), que en julio difundieron un informe titulado “Nuestro genocidio”, en el que por primera vez se reconocían con esta palabra las acciones del Gobierno de Israel. “La realidad no nos deja más opciones que reconocer la verdad”, justificaron. También Breaking The Silence, la organización que atiende a antiguos militares o que ayuda a objetores de conciencia, ha difundido testimonios sobre lo que las IDF están haciendo en la franja, con escaso eco nacional. Ha denunciado, por ejemplo, el uso de civiles como escudos humanos en las operaciones en curso. 

Hasta 9.000 israelíes han firmado también una iniciativa de Zazim-Acción Comunitaria para que se reconozca plenamente el Estado palestino, aprovechando la Asamblea General de la ONU de esta semana, en la que varias naciones han dado ese paso. Es el 0,09% de la población de Israel el que se ha expuesto, con nombre y apellido. 

Por ahora, nada de eso cambia la actitud de Netanyahu. “Lucharemos para defender nuestra patria. Lucharemos y no nos retiraremos. Lucharemos en tierra, mar y aire. Destruiremos al enemigo en la superficie y bajo tierra. Lucharemos y venceremos.Esta será una victoria del bien sobre el mal, de la luz sobre la oscuridad, de la vida sobre la muerte. En esta guerra nos mantendremos firmes, más unidos que nunca, convencidos de la justicia de nuestra causa”, defiende. En esas está, por tierra, mar y aire. 

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Esta nota fue proporcionada por una fuente externa a La Campesina. Debido a que no fue escrita por nuestros empleados ni nuestros afiliados, no garantizamos su veracidad ni exactitud. Recomendamos que cada persona realize su propia investigación para verificar el contenido de esta nota.

Written by: Huffington Post

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